POR RAY
Dentro del cine
sudamericano si hay un filmografía que ha avanzado bastante en este siglo XXI
es la peruana.
Como cualquier filmografía, en el país andino
se estila cine de distintos niveles siendo especialmente fascinante el cine
rural. Directores como Juan Manuel Ojeda (“Eitianen, el mensajero de la luz” 2010), Wildo Ontiveros (“Cuentos de locura y muerte”, 2003) o Julio Oré
(“María Marimacha”, 2013) han mezclado ese mundo rural con las leyendas de la
zona para crear películas bastante singulares.
El director que abrió el melón de esta
corriente fue Mélinton Eusebio con “Qarqacha, el demonio del incesto” (2002).
Tres jóvenes antropólogos se dirigen a un pueblito perdido de la mano de Dios
para estudiar la extrema pobreza de las comunidades rurales peruanas.
Una vez allí, se encontrarán un ambiente algo
viciado: un pueblerino acaba de fallecer y la gente no recibe de buena gana a
los jóvenes, especialmente el alcalde del pueblo (que no deja de ser un
campesino iletrado como la gente a la que gobierna).
Después de lapidar
al alcalde y a su hija (que mantenían relaciones incestuosas) tras culparles
del asesinato de otro vecino, el alcalde volverá de la muerte convertido en
Qarqacha (léase Jarjacha). La leyenda dice que un Qarqacha es un hombre
incestuoso que regresa de la muerte convertido en un demonio.
Qarqacha empieza a matar por las noches a
todo el que se cruza en su camino. Su método es dejar paralizado a las víctimas
para después morderle en la coronilla y arrancarles un trozo de cerebro. Entre
las víctimas se halla uno de los tres antropólogos. También ataca a la
antropóloga pero esta repele el ataque gracias a un pequeño espejo que guardaba
en su mochila. Y es que Qarqacha no soporta verse reflejado en un espejo.
Qarqacha finalmente será reducido y muerto,
pero no diré cómo por si les pica la curiosidad.
“Qarqacha, el demonio del incesto” es,
posiblemente, la peli más pobre de medios jamás comentada en este blog. Y,
personalmente, creo que va a ser difícil que alguna otra le quite ese honor. Es
increíble como un film de 70 minutos puede ser tan lento, no tiene nada de
tensión y las interpretaciones van acorde con el presupuesto de la peli.
Todo un ejercicio de amateurismo y de fe, lo
más destacable de esta película es que haya visto la luz y la sensación que te
invade de que los hechos relatados pueden ocurrir de verdad por esas latitudes.
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